miércoles, 16 de septiembre de 2015

¿Y entonces?

Donald Trump, un magnate estadounidense que ha logrado amasar una fortuna con todo tipo de negocios, pero especialmente con bienes raíces, que abiertamente alega no querer seguir con eso de lo que es “políticamente correcto” y se ha dedicado a hablar de todo y de nada al tiempo, casi siempre con expresiones que un bufón no se atrevería siquiera a pensar. Que se van todos los inmigrantes ilegales, que Estados Unidos volverá a ser una potencia, que se acabarán los TLC, que se crearán puestos de trabajo para los mexicanos en México y no en EEUU, que va a demostrar que se puede hacer una fortuna solo con ser candidato a la Presidencia, entre otras tantas, no dejan de despertar el asombro de quienes vemos en la política algo diferente.

Trump era para mí en todo el sentido de la palabra un payaso, hasta que me dediqué a revisar lo que está pasando este año en las elecciones locales en Colombia. Hasta donde sé Trump no está ni ha estado inhabilitado para ocupar cargos públicos, no tiene contratos millonarios con el Estado para servir refrigerios escolares o administrar Unidades de Cuidados Intensivos, no tiene familiares condenados por vínculos con grupos paramilitares, su familia no es reconocido como una familia de la “clase política” y se ha quebrado varias veces para volverse a levantar, logrando que su fortuna aumente cada vez más y más. Trump no está detrás de grandes contratistas a ver con cuánto y a cambio de qué le pueden colaborar para financiar su campaña, él solo tiene que girar cheques de sus propias cuentas. Trump les dice a los periodistas que se venden al mejor postor y que su ética periodística les llega hasta que llega suficiente pauta. Trump financió a muchos políticos y estos fueron a su boda y a las de sus hijos  y lo dice en tono burlón, pues si lo acusan de ser un payaso y un fanático ¿Por qué compartían con él y su familia algunos tragos y buenas fiestas?

Aquí en Colombia la Misión de Observación Electoral denuncia que para las elecciones locales de este año hay 204 municipios en riesgo electoral por atipicidades electorales y violencia; familiares y amigos de políticos condenados por vínculos con grupos al margen de la ley, por desfalcos y todo tipo de actos de corrupción, aspiran a ser elegidos para ocupar cargos públicos; alcaldías y gobernaciones aumentan las contrataciones en la modalidad de “prestación de servicios” para mover la maquinaria electoral a favor de los candidatos de sus filas, sin importar que los hospitales estén quebrados y las escuelas no tengan unidades sanitarias. Aquí en Colombia miles de personas se dedican a hacer campaña creyendo en la promesa de un puesto o un contrato cuando su candidato gane, sin saber que la burocracia estatal está a reventar y que el próximo año habrá una reducción del gasto público. Aquí en Colombia los candidatos prometen puentes, hospitales, colegios, vías y demás, sin tener claro cómo lo van a financiar, pero siempre esperando que papá gobierno central les “colabore”. Si algo sale mal siempre será culpa del gobierno central y no de la corrupción regional.


¿Y entonces? Sí, definitivamente lo peor que puede pasar es que gane Trump.