jueves, 19 de agosto de 2010

¿Y entonces?

Tras el debate de ayer en el Congreso, en el que el Representante a la Cámara Iván Cepeda logró exponer con bastante claridad el problema de la violenta expropiación de tierras por parte de quienes han logrado mayor acumulación de capital en Colombia, lamentablemente muchos en conexión directa o indirecta con el narcotráfico; queda claro que un paso necesario para la paz es la adecuada reparación a las víctimas. Esto incluye un marco legal para la recuperación de millones de hectáreas que han sido usurpadas a la población más pobre del país con la famosa amenaza: “o me vende usted o le compro a su viuda”.
Habría que agregar, lamentablemente, que el problema no es solo en términos de la concentración de tierra en unas pocas familias u organizaciones, muchas mafiosas, sino en la lógica perversa con que se mira la producción en el sector rural. Esta, parte de una relación casi feudal de servidumbre, donde se pueden evidenciar infinidad de casos donde el “patrón” logra que sus “trabajadores” ingresen al SISBEN, e inclusive, me atrevo a decir, a programas como “familias en acción” (¿o es en “coacción”?). Mucho me temo que modelos como el que se planteó en su momento para el tan sonado caso Carimagua iban en esa dirección. Si la gran propiedad es la única posibilidad de empleo, pues ya ni las ciudades son una opción evidente, o si no mírese el caso de Ibagué y Pereira y sus índices de desempleo; esta no tiene por qué respetar la formalidad de una relación laboral como estipula la ley, en su sentido original, más no en las desviaciones posteriores.
Jamás se me olvidará el comentario de una gran amiga de Córdoba cuando alegaba que en su casa eran muy responsables pues a todos los “trabajadores de la finca” los tenían en el SISBEN. Ello evidencia que se ha vuelto casi “natural” considerar que quienes trabajan la tierra y quienes ponen a marchar el ganado no se diferencian en gran medida de las plantas y los animales, que en este país muchas veces sobreviven por la gracia de quien sabe qué. 
El problema de tierras va más allá y debe abordar el problema de la condición y la conciencia humana que tanto se ha perdido. De lo contrario terminaremos devolviendo u otorgando tierras a seres humanos que algunos ilustres se niegan a considerar como tales, y por ende lo que haremos será redistribuir nuevos espacios de miseria, ya no alrededor de los centros urbanos, sino lejos y aún más excluidos; mientras que quienes usufructuaron esa riqueza de manera ilegal, o al menos injusta, gozarán de la acumulación de capital que lograron, y emanaran una leve sonrisa de saber que en eso que dejaron bien se pueden morir quienes lo “recuperaron”.¿Y entonces?